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miércoles, 14 de enero de 2009

Tengo 18 años y soy Palestino.


Tengo 18 años, el pelo negro, los ojos claros y llevo la cólera en la sangre.
Soy palestino, ciudadano de una tierra hipotecada, una tierra arrebatada a mis abuelos, una tierra soñada.
He nacido en una tienda, en un campamento donde el viento produce la migraña de la espera y de las ilusiones.
Me llamo Mahmoud, como él poeta, pero no soy ni poeta ni filósofo para cultivar la paciencia y la sabiduría. Llevo la rabia escrita en los ojos y no me atrae creer en las cosas que no veo, ni en las palabras de los hombres, cuyo oficio consiste en prometernos la paz.

Yo creo lo que veo. Y lo que el mundo me muestra es feo. La injusticia ha elegido una máscara, la de la fealdad del polvo y de las balas que silban por encima de nuestras cabezas.
Nos hablan de Oslo. ¿ Es un país o una paloma? No tengo ni la menor idea. Un sueño, quizá. Pero, ¿ qué vida, qué sueño, qué locura puedo permitirme?
Tengo 18 años y una pesada memoria a mis espaldas, cincuenta y dos años de desgracia. Quisiera reír y danzar, cantar y estudiar, sufrir de mal de amores, pelearme sobre el color del cielo y sus reflejos en el mar.
Quisiera vestir a la moda y escuchar la música de mi tiempo. Quisiera discutir con mi novia porque me pone celoso y escribirle poemas de amor. Pero yo no vivo el tiempo del amor. En Ramallah vivimos rodeados de colonias desde donde apuntan los fusiles.
Quisiera que mi madre fuera feliz y llevara un vestido azul y que tirara su túnica negra. Quisiera que mi padre no perdiera el sueño por no saber si el ejército israelí le dejará pasar para ir al trabajo. Quisiera que mis dos hermanas se quitaran el velo y fueran a la Universidad, con animo tranquilo y espíritu confiado en el porvenir. En cuanto a mis hermanos, quisiera simplemente volver a verlos. A Alí ya no lo veré nunca más. Ya lo sé, fue una bala perdida. No, fue una ráfaga de metralleta bien cargada la que lo mató.
Mi madre está de luto. Mi padre no se afeita. El aire resulta irrespirable. Nos asfixiamos. Nos asaltan pesadillas. Y no queremos oír los discursos de Arafat. Los otros dos hermanos están en la cárcel, al otro lado de la colina, en una cárcel israelí. Están cansados de esperar.
¿Qué hacer de mis jornadas llenas de polvo y de miseria? ¿ Qué hacer de mis noches vacías de sueños y estrellas? ¿Adónde llevaré este cuerpo que crece demasiado deprisa, estos ojos sin lágrimas, esta rabia que no sabe en dónde concentrarse? ¿Contra quién se dirigiría? ¿Contra el ocupante, contra los colonos o contra nuestros políticos que siguen impertérritos sin darnos nada para vivir?
Soy palestino y no tengo más que piedras al alcance de mi cólera. El tiempo pasa y nos ignora. La vida, la vida verdadera, está en otra parte, lejos de estas colinas, lejos de estos olivos, lejos de nuestra casita.
Pero, ¿qué casa? Una choza en donde nos amontonamos. Se trata de nuestra espera, de nuestro destino. Cuando llueve, el lodo despide mal olor. En verano, el polvo gris se suspende en nuestras pestañas. Mi casa está en mi mente. Es grande y antigua. Los muros son gruesos. La terraza da sobre una bella mezquita. Mi casa es una imagen que llevo adherida en la frente. Dejo las ventanas abiertas. La puerta también. Es la casa del silencio y de la serenidad. No soy yo quien lo digo, lo dice mi padre. Habla de la casa de sus padres, que, a menudo, he imaginado rodeada de árboles.
Abandono este sueño y borro las imágenes que se apelotonan en mi cabeza. Oigo el lloro de un bebé. Cuando pienso en la vida que le espera, bajo los ojos y miro un gato que juega con un gorrión muerto.
Dentro de dos años tendré veinte años. Al parecer, es la mejor edad. No para nosotros. Nosotros no tenemos edad. Tenemos un destino lleno de incógnitas. No soy un hombre joven con un porvenir en el horizonte. Ni siquiera estoy seguro de que una bala no venga a buscarme en la calle donde tiro piedras.
Soy un hijo de los campamentos y no quisiera envejecer entre piedras y detritus. No envejeceré. Con una honda detendré el tiempo, ahuyentaré los pájaros. Haré retroceder la fila de policías palestinos y avanzaré hacia los soldados israelíes que disparan sobre nosotros porque no tenemos derechos a vivir.




TAHAR BEN JELLOUN.

Escritor. Premio Goncourt 1987

9 comentarios:

Conxa dijo...

que duro es esto, y con cuanta pasividad se esta reaccionando, este mundo es un mundo de verguenzas...

Arwen Anne dijo...

estoy de acuerdo con conxa, esto es increible

por cierto Rosa, pasate por mi blog, en la entrada del día 11 de enero tienes un premio para tí

besos

Anónimo dijo...

Lo que me duele, cuando he leido a TAHAR BEN JELLOUN, es la impotencia que se siente. Te rebelas contra lo que te oprime y todavía te oprime más, el terror del poder mortífero de las bombas puede casi con todo. Un poquito de esperanza a gritos es lo que está pidiendo, ¿para que está la ONU?

Por cierto, me está empezando a cansar lo sesgada que es la información. Israel se ha pasado, vale, pero Gaza no son todos los palestinos, en Israel también está Cisjordania y no la están bombardeando, ¡qué casualidad, aquí Hamas no manda, aunque quisiera!. Me gustaría que no se confundiera Gaza con todo el pueblo palestino.

Un abrazote Rosa.

MIGUEL

Thiago dijo...

Olas, cari... ya veo de dónde llegas a mi blog puesto que solo veo amigos entre tus comentaristas.

Veo que te has unido a la petición de poner hoy un post sobre Gaza y Palestina. Este es un texto precioso. Vengo de comentar otro post sobre el tema y realmente ya te quedas sin palabras....

A mi me admira que Israel, un estado que ha pasado tanto pueda ser ahora tan cruel con otro pueblo vecino, y ya está bien lo de justificarlo con los misiles.

En fin, esperemos que la paz llegué pronto que, como siempre, los muertos los ponen los de siempre: lo pobres y los oprimidos.

Bezos

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

POR LA PAZ.
POR LA PAZ.
SIEMPRE POR LA PAZ.

Un abrazo.

Amig@mi@ dijo...

Yo ya aporté.
Es buenísima la historia. Triste y conmovedora, real, como la barbarie que se cierne sobre este pueblo.
Un beso

Luisa Arellano dijo...

¡No a la guerra!

He leído el comentario de un compañero (perdón, no recuerdo el nombre) que pregunta ¿para qué está la ONU? tengo un amigo que define estas siglas como ORGANIZACIÓN NO ÚTIL y os juro que estoy empezando a darle la razón.

Un abrazo solidario, Rosa.

Rosa dijo...

Poco puedo añadir a lo que habeis opinado...
Sólo PAZ, PAZ Y PAZ!.
Un abrazo para todos.

Teresa dijo...

Al final es el mismo planteamiento de las personas que arriesgan la vida en la patera... Saben que es probable que mueran al atravesar el estrecho y aún así lo intentan..
¡qué desolación!